Horacio Quiroga

Horacio Quiroga nació en Salto, Uruguay, el 31 de diciembre de 1879. Sus primeros 25 años los vivió en su patria de origen. Muy joven, se inicia en la literatura, colaborando en revistas de salto. Escribe poemas y artículos firmados con diferentes seudónimos.
En 1899, funda la revista del salto.
Le correspondió vivir en una época de grandes y constantes cambios sociales y políticos, anteriores al establecimiento de la democracia en su país. En lo literario, predominaban corrientes decadentistas y modernistas.
Ya en Montevideo, Quiroga participo de la bohemia de 1900. Por esos años presidio el “consistorio del gay saber” y en 1901 publico su primer libro: los arrecifes de coral. Después de un viaje no muy exitoso a parís, en 1900 regresa a América, estableciéndose en buenos aires. Argentina será, desde entonces, su segunda patria.
Lee con entusiasmo a dumas, Scott, Dickens, Balzac, Zola, Maupassant, los Goncear, Peine, Bécquer, Hugo, etc. Pero la lectura de Edgar Allan Poe ejerce sobre él un impacto notable. Estudia la técnica cuentistica del norteamericano, maestro indiscutido de este género literario. En parte, de ese autor deriva su predilección por temas terroríficos y fantásticos, como también un tono marcadamente pesimista. De sus ensayos y reflexiones, Quiroga elabora su “decálogo del perfecto cuentista”, en el que resume su propia experiencia y la teoría de la composición de Poe.
 Aunque en sus comienzos Quiroga acusa un predominio de amaneramientos modernistas, con un abundante uso de galicismos, a medida que va adquiriendo experiencia y oficio evoluciona hacia un estilo propio. Se aparte de temas y formas del modernismo y fija su atención en lo americano, aunque dándole una proyección universal. Anuncia, con bastante anticipación, lo que años después será llamado el “mundonovismo” hispanoamericano. También el criollismo lo cuenta entre sus antecedentes.
Quiroga es uno de los primeros escritores que descubren la naturaleza americana como materia narrativa de sus obras. Es, también, uno de los primeros en cultivar nuevas formas de relato fantástico.
Modalidad iniciada débilmente por los escritores argentinos  del siglo XIX. Su colaboración en la revista caras y caretas lo obliga a una cuidadosa elaboración de los cuentos. En aras de la brevedad, deben estar despojados de todo elemento inconsistente, para concentrarse en lo verdaderamente esencial y funcional.
En 1902, ejerce como profesor de castellano en el colegio británico de buenos aires. Desde allí, parte hacia la región de misiones, como fotógrafo de una expedición dirigida por lugones. Esta experiencia en la selva lo marca profundamente. En 1904 viaja al chaco como plantador de algodón. Sufre un rotundo fracaso.
Vuelto a buenos aires consigue una cátedra de castellano y literatura en la escuela normal Nº8. Allí se enamora de una alumna, con la que se casa en 1909.
No contento con la primera experiencia empresarial fallida, compra un campo en san Ignacio, en misiones, hacia donde se traslada con su esposa. Su ilusión es prosperan como cultivador de yerba mate. Allí nacerán su hija Eglé y su hijo Darío.
En san Ignacio es nombrado juez de paz y oficial del registro civil. Alterna sus menesteres burocráticos y empresariales, sin dejar de lado sus afanes literarios.
Sus lecturas han ido diversificándose. Incluye autores como los rusos Gorki, Turguennev y Dostoievski; también figuran obras de Kipling, Anatole france y Flautera entre sus preferencias.
La vida en el territorio de misiones le ofrece experiencias variadas. Aunque sus empresas comerciales fracasas, en cambio, el contacto con la naturaleza bárbara ha sido fascinante. La selva le proporciona abundantes historias, personajes interesantes y anécdotas que incorpora a sus relatos. Pero no todo allí es idílico: las condiciones malsanas y el trabajo esclavizante, conducen a la desesperación o al aniquilamiento moral y físico.
Estas experiencias irán tomando forma literaria y, sucesivamente, se condensaran en libros como cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), cuentos de la selva (1918), el salvaje (1920), anaconda (1921), el desierto (1924), la gallina degollada y otros cuentos (1925).
En 1914, cambia de giro comercial hacia la fabricación de carbón y la producción de vino de naranjas, labores que no mejoran su situación económica. Además intento otras muchas actividades: fabrica de cerámicas, tejía redes, construía sus propios muebles, elaboraba exquisitos dulces, fabricaba carteras y cinturones con pieles de víboras y ensayó muchos otros productos. Pero los resultados fueron siempre adversos.
En el aspecto personal, la vida de Quiroga se vio marcada por la tragedia. De aquí deriva la principal vertiente pesimista y la angustia que trasuntan sus mejores cuentos, muchos de los cuales están inspirados en el tema de la muerte. En la ficción, son los grandes elementos violentos y la inestabilidad psicológica, tan frecuentes, los que confieren autenticidad humana a los relatos. Pero muchos de esos sufrimientos han sido reales en la vida del autor.
Vuelto a buenos aires, vive como ciudadano uruguayo. Entre los 1917 y 1920, Quiroga desempeña labores cónsules, hasta ascender al consulado general de su país.
En 1920 publica su primera y única obra teatral, las sacrificadas.
La mejor época de Quiroga, como escritor, se extiende entre los años 1917 y 1926.
En 1936 debe volver a Buenos aires gravemente enfermo, es operado pero no se recupera bien y descubre el diagnostico de cáncer que le han ocultado. Después de conocer esa noticia se suicida con cianuro, al amanecer del 19 de febrero de 1939. Sus cenizas fueron llevadas a Uruguay.




Decalogo del perfecto cuentista
                                                                                       Horacio quiroga

 
1.- Cree en un maestro (Poe, Maupassant, Kipling, Chejov) como en Dios mismo.

2.- Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

3.- Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.

4.- Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

5.- No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

6.-Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

7.- No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

8.- Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
 
9.- No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.

10.- No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.